La culpa es una emoción compleja y con la que muchas personas convivimos a diario. Desde el punto de vista de la terapia Gestalt, además de una emoción, la culpa es una acción que ejercemos contra nosotros mismos (mediante un mecanismo de defensa llamado retroflexión).

Sentir la culpa suele ser una vivencia desagradable, por eso la evitamos justificándonos, o anestesiándonos de alguna forma. Por supuesto estas formas de anestesiar sólo funcionan durante poco rato, y luego la culpa reaparece, normalmente con más fuerza. Así que la gestión emocional de la culpa no pasa por rechazarla sino por dejárnosla sentir directamente.

La culpa nos sitúa en el pasado: sobre los eventos o hechos que no son posibles de cambiar. Puede suponer un gran desgaste de energía hasta el punto de quedarnos inmovilizados. La energía que podría ser aprovechada para afrontar nuestro presente, es invertida en los pensamientos sobre el pasado. Y esto, aunque puede verse como algo negativo, crea también un beneficio: frente al miedo a actuar en el presente, me inmovilizo y me refugio en el pasado. Eso lleva a un círculo vicioso, y la persona puede sentirse muy perdida y ansiosa

Esta emoción es muy cercana a la rabia. Cuando alguien nos culpa de algo, sentimos culpa “rabiosa”, que gestionamos atacando a nosotros mismos o al otro. También es cercana a la tristeza, a la melancolía por ser un sentimiento conectado con el pasado. Puede construir una base para desarrollar una actitud victimista y afectar negativamente a la autoestima: “Yo todo lo hago mal”, “No valgo nada”. Por eso las personas con la autoestima baja suelen caer fácilmente en las garras de la culpa, y al revés: los pensamientos negativos creados por la culpa impiden aumentar la autoestima.

Según la Terapia Gestalt, la culpa tiene que ver con algunas normas según las que nos orientamos y construimos nuestro mundo particular.

Las normas según las que nos guiamos (en la Terapia Gestalt las llamamos introyectos), en sí mismas no son ni buenas ni malas, simplemente son relativas, y no absolutas. Muchas veces fueron aprendidas en la infancia, en el periodo cuando lo absorbíamos todo sin cuestionar. “Las estrellas” dentro de los mandatos que desencadenan la culpa es “Debo ser perfecto”, “Debo ser el mejor”, “Debo atender primero a los demás”, “Debo complacer a los demás”. También tienen que ver con una baja autoestima, y con un posible miedo a abandono de fondo. En la Terapia Gestalt hacemos conscientes estos mandatos y los revisamos haciendo preguntas: “Por qué crees que esta norma es justa?”, “Obligarías a los demás que la cumplieran?”. De esta manera podemos empezar a cuestionarlas y empezar a sustituirlas por otras, más flexibles y menos limitantes.

Cuando nos sentimos culpables respecto alguna situación, ayuda hacernos preguntas: “Podía haber controlado la situación? ¿Estaba en mis manos?” “Podía realmente haber actuado de otra manera?” Si realmente cometimos un error, podemos empezar el proceso de responsabilizarnos. La función sana de la culpa es la responsabilidad. Es posible que hicimos daño a alguien, y tenemos que responsabilizarnos de esta capacidad de hacer daño a los demás. Eso nos lleva a intentar reparar los daños, si es posible. Pedir perdón es igual de humano que errar.

El equivocarse forma parte de los aprendizajes. Desde la responsabilidad podemos evaluar nuestros comportamientos, y no a nuestra persona en su totalidad – hay una diferencia diametral en reconocer: “Me he equivocado” que “Soy una mala persona porque he hecho esto”. En la responsabilidad nos sentimos abrazados por nosotros mismos, y también podemos desde allí abrazar a los demás, incluyendo las imperfecciones propias y ajenas.

Si sientes que la culpa es una emoción predominante en tu vida y que te impide avanzar, en el Centro de Psicología Karuna, podemos ayudarte a gestionarla, liberándote del peso que conlleva y enseñarte a responsabilizarte de lo tuyo.

Sortea el espacio intermedio

El «espacio intermedio» nos recuerda que, aunque compartimos el mismo mundo, cada uno vive su vida de manera única. Tomarse un momento para reflexionar sobre esto puede ayudarnos a ser más empáticos, más conscientes y libres a la hora de actuar y manejarnos mejor en las diferencias. ¿Te gustaría profundizar más sobre cómo podemos ser más conscientes de esto en nuestras interacciones diarias?